sábado, 15 de septiembre de 2012

Capítulo 2


3 de Agosto

Vuelvo al escenario del crimen del robo de mi corazón.
Esta vez debía salir bien, ¡Qué digo bien!, Perfecto.
Llevo unas gafas de sol muy oscuras y una peluca rubia corta. Me haría pasar por una fotógrafa. Y le diría que quiero una foto.
Esta vez miraría las fotos antes de irme. Para algo era una cámara digital ¿no?
Me apoyo en la barandilla de la boca del metro. ¡Ay, qué nervios!
Las preguntas se suceden en mi cabeza, ¿Y si no viene? ¿Y si no me deja hacerle una foto?
Me tiemblan las manos. Mi ceño se frunce sin que me de cuenta. Taconeo con el pie, impaciente.
Le veo aparecer entre la muchedumbre. Todos me daban igual. ¿Por qué necesitaba tanto el verle?
-¡Disculpa!- digo entusiasta a mi extraño conocido. –Estoy haciendo un máster de fotografía, y me pareces perfecto para una foto ¿Podría hacértela?
-Sí, claro.- me dice sonriente. Siento que algo va mal. No sé el que. – Toma las que quieras.
-Gracias.-murmuro. Me alejo, sería mi imaginación. Coloco el zoom, enfoco, cuadro. Click. Click. Click.
Tomo tres fotos. Aparto la cámara de mi cara y miro la pantallita. Una tras otra las fotos me desvelan la verdad.
-¿Por qué no sonríes de corazón?- pregunto sin poder evitarlo. Mi mente busca un lugar donde meterse, mis mejillas se tornan carmesí, me disculpo exageradamente.-¡Lo siento, no debería haberme metido!
-¿Cómo lo has sabido?- pregunta atónito.
-¿Eh? Por tu mirada, está triste.-le explico, mientras pienso que la conversación está desvariando. Una persona normal me habría echado la bronca.
-¿Mi mirada?- pregunta el joven de ojos azules.
-Sí, es como un libro abierto.- le expongo con una sonrisa.- Venga anímate.
-¡Da una vuelta conmigo, por favor!- vale, esto ya si que carecía por completo de sentido.
-Vale.- respondo inconsciente. ¡¿Por qué había dicho eso?!
Ya no tiene solución.
-Gracias.- responde con una sonrisa. Con esa sonrisa. La sonrisa de la primera vez que le vi. Mi corazón de goma palpita rápidamente.- Entonces quedamos mañana a esta misma hora, señorita Desconocida.
-Me llamo Laura.
-Yo soy Carlos. Encantado, Laura.- Me gusta oír mi nombre saliendo de sus labios.
-Hasta mañana, Carlos.- respondo con una sonrisa.
En mi cabeza sólo se repiten preguntas.
Todas llevan un porqué.
¿Por qué me palpita así el corazón?
 ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué no me daba igual como los demás?
Odiaba la gente.
La odio.
Cada uno con sus pensamientos.
Lo odio.
Cada uno a lo suyo sin preocuparse por los demás.
Lo odio.
Pensando que lo nuestro es más importante que lo de otra persona.
Lo odio.
Busco alguna manera de salir de este mundo material e individual. Estoy cansada.
Cansada de arreglar el corazón a alguien para que cuando este rota no me ayuden, será egoísmo o egocentrismo. Llámenlo como quieran, sólo sé lo que siento.
Volví mi corazón de goma, para así protegerlo contra golpes y caídas. Me dan igual los demás.
Pero, ¿por qué él no?

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