3 de Agosto
Vuelvo al escenario del crimen del robo de mi
corazón.
Esta vez debía salir bien, ¡Qué digo bien!,
Perfecto.
Llevo unas gafas de sol muy oscuras y una peluca
rubia corta. Me haría pasar por una fotógrafa. Y le diría que quiero una foto.
Esta vez miraría las fotos antes de irme. Para algo
era una cámara digital ¿no?
Me apoyo en la barandilla de la boca del metro. ¡Ay,
qué nervios!
Las preguntas se suceden en mi cabeza, ¿Y si no
viene? ¿Y si no me deja hacerle una foto?
Me tiemblan las manos. Mi ceño se frunce sin que me
de cuenta. Taconeo con el pie, impaciente.
Le veo aparecer entre la muchedumbre. Todos me daban
igual. ¿Por qué necesitaba tanto el verle?
-¡Disculpa!- digo entusiasta a mi extraño conocido.
–Estoy haciendo un máster de fotografía, y me pareces perfecto para una foto ¿Podría
hacértela?
-Sí, claro.- me dice sonriente. Siento que algo va
mal. No sé el que. – Toma las que quieras.
-Gracias.-murmuro. Me alejo, sería mi imaginación.
Coloco el zoom, enfoco, cuadro. Click. Click. Click.
Tomo tres fotos. Aparto la cámara de mi cara y miro
la pantallita. Una tras otra las fotos me desvelan la verdad.
-¿Por qué no sonríes de corazón?- pregunto sin poder
evitarlo. Mi mente busca un lugar donde meterse, mis mejillas se tornan
carmesí, me disculpo exageradamente.-¡Lo siento, no debería haberme metido!
-¿Cómo lo has sabido?- pregunta atónito.
-¿Eh? Por tu mirada, está triste.-le explico,
mientras pienso que la conversación está desvariando. Una persona normal me
habría echado la bronca.
-¿Mi mirada?- pregunta el joven de ojos azules.
-Sí, es como un libro abierto.- le expongo con una
sonrisa.- Venga anímate.
-¡Da una vuelta conmigo, por favor!- vale, esto ya
si que carecía por completo de sentido.
-Vale.- respondo inconsciente. ¡¿Por qué había dicho
eso?!
Ya no tiene solución.
-Gracias.- responde con una sonrisa. Con esa
sonrisa. La sonrisa de la primera vez que le vi. Mi corazón de goma palpita
rápidamente.- Entonces quedamos mañana a esta misma hora, señorita Desconocida.
-Me llamo Laura.
-Yo soy Carlos. Encantado, Laura.- Me gusta oír mi
nombre saliendo de sus labios.
-Hasta mañana, Carlos.- respondo con una sonrisa.
En mi cabeza sólo se repiten preguntas.
Todas llevan un porqué.
¿Por qué me palpita así el corazón?
¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué no me daba igual como los demás?
Odiaba la gente.
La odio.
Cada uno con sus pensamientos.
Lo odio.
Cada uno a lo suyo sin preocuparse por los demás.
Lo odio.
Pensando que lo nuestro es más importante que lo de
otra persona.
Lo odio.
Busco alguna manera de salir de este mundo material
e individual. Estoy cansada.
Cansada de arreglar el corazón a alguien para que
cuando este rota no me ayuden, será egoísmo o egocentrismo. Llámenlo como quieran,
sólo sé lo que siento.
Volví mi corazón de goma, para así protegerlo contra
golpes y caídas. Me dan igual los demás.
Pero, ¿por qué él no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario