sábado, 15 de septiembre de 2012

Capítulo 1


2 de Julio.

Te observo. Desde hace mucho. Llevo detrás de ti todo el verano.
Un día tras otro voy a buscarte a esa boca del metro de donde saliste la primera vez. La primera vez que hizo que este corazón se sintiese más vivo que nunca. Note una mirada directa al corazón, a través de tus ojos a los míos.
No quise volver a sentirlo, sentir como se me partía el alma al verte marchar. Por lo que al día siguiente, con una cámara Nikon como arma, me escondí detrás de un arbusto para verte llegar, y verte todos los días, aquello llenaba mi alma.
Pasos en tropel, debe de haber llegado el tren. Entre esa maraña de gente te distingo, tu pelo castaño como otros muchos, pero esos ojos los reconocería en cualquier parte.  Me coloco tras el objetivo, enfoco y disparo.
Sonrío, cierro mis ojos color  verde, Hecho. Lo tenía. Lo tenía en aquella instantánea. Corro hacia mi piso, subo las escaleras de dos en dos.
-¡Laura!- oigo la llamada de mi madre al entrar en casa corriendo.- ¡No corras, que te vas a caer!
-¡Tranquila mamá!- al parar en la habitación del ordenador me resbalo y caigo, me levanto rápidamente y enciendo el ordenador.
Busco el cable de la cámara. En el cajón. En la estantería. En aquellos cajones.
No está. No está. No está. No está. No está.
¿Dónde demonios había metido el cable? Rebusco entre los papeles de la mesa, no aparecía. Miro la torreta del ordenador, allí el cable permanecía como inconsciente, sin moverse.
-Aquí estás.- Susurro para mí misma.
Logro meterlo en la cámara entre taquicardias y temblores nerviosos.
Las fotos tardan en cargarse. Con unos segundos de espera me canso. Señalo todas y pulso imprimir. Una a una salen. Sólo había dos.
Un barullo de gente. Esa es la que debí de fallar.
Su rostro. La tomo con cuidado para que no se emborrone la tinta. Le veo, tan guapo como recordaba. Pero algo falla.
Su mirada era diferente a como era ayer. Como una ecuación imposible,¿ porque su mirada era diferente?
Habría tenido un mal día. Eso sería.
Mañana volvería a intentarlo.

Suena el despertador.  Su brazo lo apaga.
Otro día más.
Mira a su alrededor con sus ojos azules oscuro. Hace sol. Se filtra por los agujeros de las persianas. Se levanta medio grogui, camina hacia la cocina. Mira la nevera, pero no le apetece nada. Se viste y sale a la calle. Lo malo de las vacaciones de verano era que había demasiado tiempo.
Baja las escaleras pausadamente. Saluda a dos vecinos con los que se cruza, con una sonrisa falsa como siempre hacia.
Odiaba que la gente nunca pudiera ver a través de él, por lo que  eso hacía que aumentara sus murallas.
No tenía amigos de verdad. No le contaba nada a nadie. Nunca explotaba. Siempre se escondía en aquella sonrisa. No quería a nadie porque nadie parecía quererle a él.
Nunca había amado. Y sabía que nunca amaría.
Cuando se quiere dar cuenta esta delante de la estación, decide tomar un tren con un destino al azar, a Dios sabe dónde.
En una estación cualquiera decide salir, sólo porque nadie de su vagón había bajado ahí.
Al salir solitario de aquel subterráneo la ve.
Una muchacha de más o menos su edad. Quizás más joven.
Su pelo color azabache se meza con la brisa, sujeta un café frío en sus manos. Sus ojos verdes se mueven del café a los suyos.
El muchacho se queda petrificado, algo en su corazón de plástico se había movido. Como una manecilla de un reloj. Quiere hablarle. Decirle algo. Saber su nombre.
-¡Laura!- grita una voz femenina a su lado. Una chiquilla agita su mano mientras se acerca con prisas hacia ella.
Al final, parece que no le miraba a él. Pero sigue mirándola.
Desilusionado piensa en irse. Antes de apartar su mirada, la ve. Una pequeña mirada furtiva de la joven, directamente a sus ojos, al cruzarse con los suyos propios, ella se gira sonrojada y avergonzada.
Aquello hace que su corazón de un vuelco. Mañana volvería. Y pasado. Y al siguiente. Y al otro.
Volvería todos los días a buscar aquellos ojos verdes que perdió en aquella estación el primer día del verano.
Y con ellos su corazón.

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